Fotografía: Artem Beliaikin
Durante las últimas dos décadas hemos sigo testigos de la
reducción de los precios de la ropa, lo cual nos ha permitido adquirir
mayor cantidad de prendas. Lamentablemente lo que puede parecer un privilegio
para algunos, es en realidad una tendencia perjudicial para el planeta y para nuestra salud, así como para la vida de los trabajadores de esta
industria. Me voy a detener un poco en este último aspecto.
Cuando
se habla de Fast Fashion se hace referencia a la producción de ropa barata en
cantidades masivas, creadas bajo pésimos estándares de calidad y en condiciones
laborables bastante deplorables. Los
gigantes de la industria textil han logrado imponer este modelo de negocio nada
sostenible, valiéndose de la deslocalización para conseguir el menor costo de producción, mayores exenciones
fiscales, menores controles respecto al impacto medioambiental y las
condiciones laborales. Por otra parte se valen también de crear ropa con menor vida útil, producciones cortas y plazos de
entrega cada vez más cortos, con el propósito de acelerar el consumo.
Generalmente
en este tipo de industrias una jornada laboral oscila entre 14 y 16 horas por
día, los 7 días de la semana. En algunas temporadas la jornada puede llegar a
extenderse hasta horas de la madrugada para lograr cumplir con los plazos
establecidos por la marca y lo que es aun peor, en ocasiones los trabajadores
no reciben remuneración extra por dichas horas adicionales. Es un escenario
bastante injusto, ¿no crees?
Además muchas de las instalaciones donde se fabrican estas prendas de baja calidad están en muy malas condiciones, carecen de ventilación e iluminación apropiadas para el desarrollo de las actividades e incluso pueden presentar un nivel de deterioro riesgoso para quienes allí se encuentran. Como
consecuencia de la negligencia por parte de los propietarios de dichos
establecimientos, miles de personas ponen en riesgo su vida a cambio de un
salario insignificante que no les permite cubrir las necesidades más básicas. Un
ejemplo de ello fue la tragedia del Rana Plaza en Bangladés hace siete años. Su
derrumbamiento acabó con la vida de mas de mil personas. Sí, así como lo lees...más
de mil personas murieron por fabricar ropa de mala calidad.
Sin saberlo pudimos haber sido cómplices de esta tragedia, ya que realmente tendemos a ignorar la procedencia de los bienes que consumimos, es probable incluso que algunas
de las prendas que utilizamos de manera diaria se hayan fabricado allí. ¿Te has
parado a pensar cuál es el origen de la ropa que llevas? ¿Has leído alguna vez
la etiqueta para saber donde se fabricó?
Desde que me enteré de este hecho tan terrible con
frecuencia tiendo a observar bien la etiqueta de lo que compro. Desarrollar cierto nivel de consciencia no es una tarea fácil. Ahora bien, ¿Cómo dejar de ser cómplices de
atrocidades como esta? Mi recomendación es tratar de modificar progresivamente
nuestros patrones de consumo, sé que no es algo fácil pero merece la pena el intento. Es conveniente invertir más en términos de calidad, dejando a un
lado la necesidad de tener mayor cantidad de ropa prácticamente desechable. Por otra parte considero que es
necesario inclinarse en la medida de lo posible por prendas más versátiles que
nos permitan combinarlas de diversas maneras y sacarles el mayor provecho en su
paso por nuestro clóset. No olvides apoyar al talento local, siempre y cuando
consideres que las condiciones en las cuales trabajan sus empleados son dignas.
xoxo
Frivela
me encantó, ¡excelente post!
ResponderBorrarGracias Rosangel!!! Espero inspirarte y #frivelizarte con mi contenido <3<3<3
BorrarLo peor de todo es que la injusticia del fast fashion se extiende hasta sobre los niños...
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